La exposición a la violencia familiar constituye un
grave riesgo para el bienestar psicológico de los menores, especialmente si además
de ser testigos, también han sido víctimas de ella. Resultados hallados en
diversos estudios muestran que los niños expuestos a la violencia en la familia
presentan más conductas agresivas y antisociales (conductas externalizantes) y
más conductas de inhibición y miedo (conductas internalizantes) que los niños
que no sufrieron tal exposición (Fantuzzo, DePaola y Lambert, 1991; Hughes,
1988; Hughes, Parkinson y Vargo, 1989).
Los niños de estos hogares violentos también suelen presentar una menor
competencia social y un menor rendimiento académico que los niños de familias
no violentas (Adamson y Thompson, 1998; Rossman, 1998), además de niveles más
elevados de ansiedad,
depresión y síntomas traumáticos (Hughes, 1988; Maker, Kemmelmeier y Peterson,
1998; Stenberg et al., 1993).
Se estima que entre el 25% y el 70% de los niños de familias en las que se
producen episodios de violencia, manifiestan problemas clínicos de conducta,
especialmente problemas externos como conductas agresivas y antisociales.
"Los niños también son víctimas, debemos pensar en ellos..."
¿Cómo intervenir?
Las graves repercusiones que para los niños se
derivan de su exposición a situaciones familiares de violencia han potenciado
el desarrollo e implementación de programas de intervención sobre estos menores
en el ámbito de los servicios sociales y de la salud.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEheftn89yLnwC_ODPTav0p7k6HM2Dh4W4BeylZkfM2T17mNANNqbW7-DgDyxM_pOfUNC2hLvTp51dUVWusB1zMYlrKfgid4BDGOhyphenhyphennqSUVRd5RmWt8E5dUwRQbrnU-tYKz5MGoCNHxO_0I/s400/iljmlkm-%C3%B1lk.jpg)
Peled y Davis (1995) describen cuatro objetivos
generales de los programas de intervención grupal:
1) Romper el tabú y el secretismo sobre la violencia ejercida dentro de la
familia a través de la definición de los comportamientos violentos, compartiendo
experiencias personales y trabajando sobre los sentimientos y emociones
experimentadas.
2) Facilitar el aprendizaje de estrategias de autoprotección a través del
desarrollo de planes de seguridad y el aprendizaje de estrategias de
resolución de conflictos no violentas.
3) Aumentar el autoestima a través del refuerzo y
la validación de los sentimientos por los miembros del grupo.
4) Favorecer una experiencia positiva en un ambiente seguro y estructurado.
A nivel general, existen tres aspectos que deben
ser tratados en cualquier programa de intervención con los niños de estos
hogares violentos:
1. En el ámbito emocional. Es importante ofrecer al niño la posibilidad de ser escuchado y de hablar sobre sus sentimientos (miedo, angustia, enfado, rabia o culpabilidad) de manera que pueda liberar toda la angustia reprimida y normalizar sus emociones, a la vez que ofrecerle una explicación adecuada sobre lo sucedido, siempre que el niño esté dispuesto a ello.
1. En el ámbito emocional. Es importante ofrecer al niño la posibilidad de ser escuchado y de hablar sobre sus sentimientos (miedo, angustia, enfado, rabia o culpabilidad) de manera que pueda liberar toda la angustia reprimida y normalizar sus emociones, a la vez que ofrecerle una explicación adecuada sobre lo sucedido, siempre que el niño esté dispuesto a ello.
2. En el ámbito cognitivo. Resulta de suma importancia el abordaje y reestructuración de aquellos valores y creencias asociados a la violencia de cara a la prevención y eliminación de potenciales comportamientos violentos o de futura revictimización.
3. En el ámbito conductual. La pérdida del sentimiento de seguridad y la percepción de falta de control sobre su vida y sus actividades son dos factores que frecuentemente obstaculizan la adecuada recuperación del niño expuesto a la violencia en su hogar. En muchos casos, los niños se han visto obligados a huir de su hogar y del maltratador junto a su madre y/o hermanos y, en ocasiones, residir por tiempo indeterminado en un centro de acogida, abandonando su entorno más próximo y sus actividades habituales. En este contexto, resulta beneficioso para el menor la creación de rutinas y ambientes estables, así como su participación en actividades que puedan proporcionarle algún sentido de control. En determinados casos, se hace imprescindible, también, la elaboración, junto con el menor, de planes de actuación concretos de protección frente a posibles situaciones futuras de riesgo familiar.
A continuación, dos comerciales televisivos; el primero sobre el maltrato infantil, y el segundo acerca de cómo la violencia se hereda.
Fuente:
http://www.um.es/analesps/v21/v21_1/02-21_1.pdf
muy buena publicación y buenos consejos.
ResponderBorraryo tuve un caso hace 2 años, de un niño de 4 años que de la nada le pegaba a las niñas porque su papá hacia lo mismo con su mamá o cuando se enojaba tiraba las sillas y le pegaba a las educadoras.
yo lo único que pude hacer en ese tiempo ya que no tuve el apoyo de la profesora encargada de mi practica de observación; fue conversar con el de todos los temas que el quisiese hablar, darle esa confianza que a el le faltaba, enseñarle que no debía pegarles a las niñas y si peleaba con un niño que me lo dijera y no pelearan.
esos 2 meses que estuve en practica mejoró su conducta un 60% falto trabajar más su conducta al enojarse. Lamentablemente al tiempo después me entere que volvió a ser como antes ya que las educadoras volvieron al trato anterior y solo lo dejaron como un "niño problema".
igual, me alegra mucho que ustedes como enfermeros se interesen en estos temas; es más nos podríamos unir como educadoras y enfermeros para enfrentar estos casos.